CONVERSANDO CON GUIDO FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA A PROPÓSITO DE UNA CARTA DE JORGE BASADRE
Entre brumas, la luna.
Aquí, centro
y costado del mundo,
soportamos el desierto.
Y es inútil bordear el río;
él vive
viendo por nuestros ojos.
Abre,
entre los álamos
la carta del Buen Jorge:
Con la inmensa pena
de haber llegado
a la edad que tengo
y ver al Perú
tan lejos
de lo que soñamos.
La mano
que hace patinar la Historia
Intemporal,
Erigiéndose
como borrasca de arena;
perpetua erosión.
Entre brumas, la luna
En las calles,
a merced de avispas
y terrales,
la cruda textura de la noche;
alrededor
o dentro de la casa,
estancado, el Fénix.
Embelesado el presente;
también, el pasado sombrío.
(En medio de nuestras cosas
sólo trastea el seco
y desproporcionado
abdomen de los grillos).
¿Es acaso el destino
ávido y negro
como la gresca de los puercos?
(sigamos conversando)
Para cuando larguemos en pos del otoño:
en los huertos
ni un apócrifo helecho
ni un ademán familiar
en el seco verano.
Pero a pesar de todo,
aún parece la vida
menos quejumbrosa y monótona:
duran los álamos
a la borrasca de arena.
Veo gente
nueva y
limpia.
Quienquiera que seas
en el río
mengua
todo lo que corre
y suena opaco
como la furia de los dioses.
Mañana,
quizá
después de mañana,
aquí,
centro
y costado del mundo,
nuestros hijos
o nuestros nietos
abrirán
de nuevo entre los álamos
la carta del Buen Jorge:
elocuentes
cuando en medio cielo,
refulja la luna
(Segundo Cancino Morales, Tacna)
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